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LA DESCERTIFICACION: EL DOBLE RASERO HISTÓRICO DE EE.UU.EN LA LLAMADA “GUERRA CONTRA LAS DROGAS”

Enfoque Externo vs. Interno

Estados Unidos ha exportado hacia países productores como Colombia o México un modelo de “guerra contra las drogas”, con énfasis en la represión, la militarización y la criminalización de campesinos y comunidades rurales. Este modelo ha transformado culturas políticas locales y ha reforzado dinámicas de violencia y estigmatización social.

Para ello ha utilizado instrumentos como la certificación, la cooperación militar (Plan Colombia, Iniciativa Mérida) y la presión diplomática, centrando la responsabilidad en los países productores o de tránsito.


Sin embargo, aunque reconoce que es uno de los principales mercados consumidores de drogas en el mundo, su respuesta hacia su propia demanda ha tenido una evolución significativa. Desde los años setenta predominó un enfoque punitivo centrado en la criminalización del consumo; pero en las últimas décadas ha transitado hacia medidas de carácter sanitario, como programas de prevención, tratamiento y regulación parcial del cannabis en algunos estados, evitando adoptar medidas estructurales.


La razón es clara: adoptar medidas estructurales más profundas tendría altos costos políticos y económicos en su frente interno. Resulta más conveniente limitarse a medidas sanitarias dentro de sus cálculos políticos, evitando cambios de fondo y ocultando esa falta de acción con el discurso de la descertificación hacia otros países.


Es cierto que Estados Unidos cambió su lenguaje: ya no habla solo de castigo, ahora habla de salud, prevención y regulación en algunos estados. Pero se quedó ahí. No ha querido dar pasos estructurales porque son políticamente costosos. Abstenerse de ejercer un control riguroso de sus propias fronteras para evitar el paso de toneladas de droga, castigar a las farmacéuticas responsables de la crisis de opioides, perseguir el lavado de dinero en sus bancos y corporaciones o invertir de verdad en prevención comunitaria, implicaría tomar decisiones impopulares y enfrentarse a intereses muy poderosos.


Ante ello, Washington recurre a una salida más cómoda y rentable: traslada la culpa al exterior, responsabiliza a países productores o de tránsito, señala a Colombia, a México o a cualquier otro país, porque eso le resulta más conveniente.

Esa es la paradoja de esta guerra desigual contra las drogas: internamente compasión sanitaria, externamente castigo político, ocultando las verdaderas falencias de su propia estrategia antidrogas.


En conclusión, es más conveniente usar la descertificación como herramienta de presión externa. Esta asimetría mantiene la inequidad estructural en la lucha contra las drogas: el sur pone los muertos y el norte mantiene el consumo.

 
 
 

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